/kɾiʃˈtiɐnu ʁuˈnaɫdu/ de Josean Pablos

Éste es un proyecto inesperado. De los que suelen aparecerse en estado contemplativo. Y en vacaciones.

Nace de un encuentro. En Portugal. Con Cristiano Ronaldo. El futbolista. No él, físicamente. Sus sustitutos. Sus fetiches. Una camiseta. Una toalla. Un póster. Un balón. Un tazón de desayuno. Una careta mal colocada en el rostro de un maniquí. Su rostro. Su nombre. Su imagen. Omnipresente. Merchandising. Nada nuevo. Nada fuera de la lógica de las marcas globales. Él es una de ellas.

Para alguien ajeno al universo del fútbol, son objetos sin interés. Son solo fenómenos de la comunicación social. Como tantos otros. Sin embargo, una imagen sí atrapa mi atención. Una fotografía que alguien ha fotocopiado. Está pegada en la pared de una calle de un barrio viejo. Street art. Espontáneo. No se compra ni se vende. El rostro de un niño que jugaba al fútbol. Ese niño salió de una isla de Portugal (una periferia dentro de otra periferia) y se hizo famoso e importante. Aquí. Allí. En todo el mundo. Ese niño es un héroe local. Esa historia sí me interesa.

Esta serie fotográfica persigue registrar huellas. Las que va dejando. Las que dejan por él. Ese niño futbolista, nacido en algún punto del océano Atlántico.

Biografía del autor: http://www.joseanpablos.com/biografia/

La intervención de Josean Pablos está relacionada con la nueva temática con la se articula la programación de Zas este primer trimestre del año: Glocal.

Lo local no es un a priori, una realidad primaria, inmóvil, un dato preexistente. Lo local vino de otra parte, se resistió a la fosilización siempre y está buscando actualmente, como en el pasado, deslocalizarse. Lo local no es sino una provincia de lo universal, palabra cien veces preferible a la de global. «Si quieres ser universal», decía Tolstoi, «habla de tu aldea». Maese Shakespeare no fue, en ese sentido, sino un modesto dramaturgo local de una ciudad de algo más de cien mil habitantes. Un dramaturgo que «pensaba globalmente y actuaba localmente» (que actuaba, de hecho, en un pequeño teatrillo de Londres llamado Globe Theater, con un aforo no superior a las tres mil personas). Albert Einstein, por su parte, desarrolló la teoría de la relatividad, la especial y la general, mientras vivía y trabajaba para la oficina local de patentes, en Berna, una ciudad de 60.000 almas. Lo local, diríamos, no es sino la condición geográfica necesaria del deseo de volar más alto o llegar más lejos. Y lo contemporáneo, como diría Agamben, no es más que lo intempestivo. Condición que adquiere aquel o aquella que contribuye a la construcción de su época, precisamente por no encajar bien en ella, no importa cuál sea el origen local del que no encaja.
Lo peor de ser local, es el complejo. Si te acomplejas, pereces. Si te acomplejas te pasas la vida de localidad en localidad, no encontrando sino lo local en todas partes. Para regresar al final a tu patria chica donde rentabilizar el esfuerzo, acomplejando a los que te rodean.
Lo universal o global, en definitiva, no es sino la suma de lo que sólo puede darse a conocer a las pocas y locales amistades, a los pocos aficionados y entendidas locales, a la espera de algún reconocimiento actual o ulterior, próximo o lejano. O, incluso, sin esperanza.
En esta tensión entre lo global o universal y lo local, situamos conceptualmente esta nueva reclamación generosa de obras de arte, a las y los artistas de nuestro contexto, para conformar un nuevo gabinete de maravillas en el espacio «glocal» de ZAS kultur.

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