Dentro del eje temático «Glocal» que reverbera en Zas durante este primer trimestre de 2020, presentamos las residencias Irudika 2020 con un encuentro dónde la ilustradora Araiz Mesanza y la artista Raquel Meyers presentarán los proyectos que desarrollarán durante las residencias artísticas de Irudika 2020.
Esta tercera edición del certamen de residencias Irudika tiene como objetivo el apoyo a la creación y la internacionalización de ilustradores y animadores profesionales. Una convocatoria abierta durante 2019 y que recibió propuestas de ámbito internacional en la categoría de ilustración y de ámbito estatal en la categoría de animación. El jurado estuvo formado por Ainhoa Sánchez, responsable del área del libro en Acción Cultural Española, AC/E, Juan Zapater, director de la Fundación BilbaoArte Fundazioa, Pili Muñoz, directora de la Maison Des Auteurs De Angulême, Genis Rigol, ganador residencia animación 2019 y Maite Caballero, ganadora residencia ilustración 2019.
Las residencias cuentan con una dotación económica y bolsa para dietas, material y transporte de 2100 euros. El programa de Residencias de Irudika se puede llevar a cabo gracias a la aportación de Gobierno Vasco, Fundación Vital Fundazioa y Euskal Irudigileak Apie en el apartado de ilustración y Acción Cultural Española AC/E en el apartado de animación.
Irudika cuenta también con la colaboración con el Ayuntamiento de Angoulême, La Citè Internationale de la Bande Dessinée, Fundación Bilbaoarte, Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz y Diputación Foral de Araba.
Sobre lo «Glocal»
Lo local no es un a priori, una realidad primaria, inmóvil, un dato preexistente. Lo local vino de otra parte, se resistió a la fosilización siempre y está buscando actualmente, como en el pasado, deslocalizarse. Lo local no es sino una provincia de lo universal, palabra cien veces preferible a la de global. «Si quieres ser universal», decía Tolstoi, «habla de tu aldea». Maese Shakespeare no fue, en ese sentido, sino un modesto dramaturgo local de una ciudad de algo más de cien mil habitantes. Un dramaturgo que «pensaba globalmente y actuaba localmente» (que actuaba, de hecho, en un pequeño teatrillo de Londres llamado Globe Theater, con un aforo no superior a las tres mil personas). Albert Einstein, por su parte, desarrolló la teoría de la relatividad, la especial y la general, mientras vivía y trabajaba para la oficina local de patentes, en Berna, una ciudad de 60.000 almas. Lo local, diríamos, no es sino la condición geográfica necesaria del deseo de volar más alto o llegar más lejos. Y lo contemporáneo, como diría Agamben, no es más que lo intempestivo. Condición que adquiere aquel o aquella que contribuye a la construcción de su época, precisamente por no encajar bien en ella, no importa cuál sea el origen local del que no encaja.
Lo peor de ser local, es el complejo. Si te acomplejas, pereces. Si te acomplejas te pasas la vida de localidad en localidad, no encontrando sino lo local en todas partes. Para regresar al final a tu patria chica donde rentabilizar el esfuerzo, acomplejando a los que te rodean.
Lo universal o global, en definitiva, no es sino la suma de lo que sólo puede darse a conocer a las pocas y locales amistades, a los pocos aficionados y entendidas locales, a la espera de algún reconocimiento actual o ulterior, próximo o lejano. O, incluso, sin esperanza.